Romanticismo francés a cal y canto (“rodado”, apostilla Eva, y soltamos carcajada), ya sé que no es la expresión más adecuada pero es que la frase está tan rotundamente encerrada por al menos medio kilo de piedra por punto que la tal Elsa y los corazones de su derecha difícilmente podrían escapar. Para más inri la pública petición de mano tiene físicamente por detrás el océano ópaco, disuadiendo cualquier amago de fuga por poco apetecible (será que ya voy echando de menos el indescriptible azul del Mediterráneo), y por delante (ustedes no lo ven pero van a fiarse de mi palabra, no les queda otra) la vigilancia de un monumental faro que, como un guardia silbato en ristre, le espeta: “Elsa de ésta no te escapas, te lo dice la gendarmerie”.
Esperaba que al final hubiera un signo de exclamación que despegara de la roca ese deseo y exhortara la sutileza del nombre requerido, desvelando la Elsa aérea (me parece un nombre precioso) a quien imagino observando desde lo alto el paisaje modificado por su pretendiente. Pero el remate, creo ver, es un pesado punto y ahí queda dicho: “Elsa, cásate conmigo a cal y canto… rodado”.
4 comentarios:
elsa quedaria encantada con el mensaje, parece un amor muy sólido, desde luego. porque no es como hacer unos trazos en la arena de la playa, que duran lo que dura una ola!! aunque, la verdad, a mi me gustan más estos últimos. qué le vamos a hacer, no? si nacimos dónde nacimos!
Hola, Annabel. Qué bueno es seguir teniéndote como visitante.
Aquí estamos, nos seguimos leyendo.
Raúl, Alan, bienvenidos de nuevo. :)))
Annabel, la acidez del cierre es espectacular, la dosis exacta.
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